Concurso Cuentos Cortos (2000)

Naturaleza del Encanto


Mi llegada al mundo implicó el aprendizaje de muchas cosas. Unas buenas, otras malas, pero en definitiva eran cosas que enriquecieron mi vida. Desde entonces traté de ser amable con la gente, principalmente cuando me dirigía a una persona desconocida. Por ello mi estimado lector, antes de contarle la historia que hoy nos coloca frente a frente a través de estas hojas, me presentaré con un cordial y sincero: -¡Hola!. -¿Mi nombre?, ¡poco importa!, no soy tan importante en la historia como para que mi nombre merezca trascender. Pero sí hay algo que deben saber sobre mí, y es que soy el narrador de éste cuento. Mi pluma será la que lo guíe en la lectura con la temible responsabilidad de ilustrar los hechos con la mayor objetividad posible, sin alterar su veracidad. Sin embargo me tomé la libertad de hacer algunas modificaciones en lo que concierne a la forma de la historia, con el fin de otorgarle un mayor interés Yo soy un trabajador cómo cualquier otro y en consecuencia respondo a las ordenes de un jefe. El mío nos exige permanentemente la fabricación de sueños. Ese es mi trabajo.

Déjenme ubicarlos en el inicio de la historia. Para ello debemos trasladarnos al año 1973.

Corría un cálido 17 de diciembre cuando en un hospital de Capital Federal se produjo un milagro: un matrimonio dejaba atrás una serie de inconvenientes dándole vida a su primer hijo. Una hermosa niña nacía, y el mundo se enriquecía aún más. En aquel entonces la bautizaron con el nombre de Camila. Dos años más tarde, en un renovado y fresco 18 de marzo otra familia daba a luz a su segundo hijo. En la actualidad se lo conoce como Ezequiel.

A pocos días de ello un hecho marcó el origen de lo que hoy puedo contarles y sucedió cuando el jefe me hizo más compleja la labor diaria asignándome una nueva tarea. Debía conseguir la amistad de Ezequiel, acompañándolo en cada momento de su vida y observándolo en todas sus acciones. Una vez que se cumpliera ese primer paso la tarea se complicaría, por qué debía sugerirle modos de conductas ante cada ocasión que se le presentase. Como se imaginarán, al principio fue muy sencillo, pero cuando el niño creció y tomó real conciencia de sí, puso en grave peligro mi estabilidad en el trabajo. Mi tarea se hacía cada vez más difícil, porque ya no quería escucharme como solía hacerlo, incluso llegó hasta ignorar mi existencia, y eso no pude tolerarlo. Presenté mi renuncia con gran placer, por más que piensen que tal vez fue una locura, pero si hay algo que no puedo aceptar es cuando la soberbia domina cuerpo y mente de una persona, y Ezequiel, lamentablemente no era una excepción. Pero lo verdaderamente importante de la historia, aunque no por ello me produzca gracia decirlo, es que nace a partir de un hecho paradójico. El jefe me había rechazado rotundamente la renuncia diciendo que las tareas que él encomienda deben cumplirse y llevarse hasta las últimas consecuencias, siempre y cuando el fin que las motive sea hacer el bien. Ustedes podrán pensar: “eso pasa en todos lados”, “todos los jefes son iguales pero después no pasa nada, etc...”, pero en mi caso les aseguro que no es así. Cuando mi jefe, el Jefe, dice algo, créanme que se cumple. Y así fue que no me quedó otra opción que volver al encuentro de quién fuera mi protegido. Pero cuando llegué a su casa ya era tarde. Por lo que me dijeron, Ezequiel había viajado a la ciudad de Mar del Plata luego de haber entrado en una crisis emocional, aceptando la invitación de oficiar de testigo del casamiento de uno de sus mejores amigos. Sin dudarlo un instante, viajé a la “ciudad feliz” para encontrarlo.

Hasta aquí creo cumplir satisfactoriamente mi papel: presenté los personajes, instauré una instancia narrativa, una focalización y expuse brevemente el conflicto. La estructura funciona correctamente según lo dijera el filósofo griego Aristóteles en su Poética. Ahora, para hacer fluir la trama, tendré que desarrollar más el conflicto.

Recuerdo que al llegar a la costa, allá por el 7 de marzo de 1997, me encontré con Ezequiel en la habitación de un hotel. Estaba recostado sobre la cama mirando hacia el techo. En realidad estaba durmiendo, hasta que no sé cómo sintió mi presencia y se despertó. -¿Cómo sabías que estaba acá?, me preguntó. -¡Me dijeron que viajaste y vine a verte, quiero saber cómo estás!, le respondí. Me miró como si mis palabras fuesen extrañas. Se lo notaba tan triste que ni se acordaba que la última vez que nos vimos me había echado sin ningún tipo de remordimientos. Yo no se lo recordé y me limité a cumplir mi trabajo. Pero pronto sus palabras comenzaron a fluir libremente, al punto de contarme la causa de su estado anímico. Entre todas las cosas que dijo saqué la conclusión de que la soledad era su principal verdugo, luego de que reconociera no haber encontrado aún, a la mujer que comprendiera lo que realmente buscaba. Esto lo abrumaba de tal forma que lo hacía sentirse marginado del resto, y por ello le costaba mucho relacionarse con los demás.

Sin darme cuenta había logrado lo que ya creía imposible, a pesar de que mi jefe insistía en no considerarlo tan así. Me había ganado la confianza de Ezequiel. Ahora podía pasar al segundo paso, quizás el más difícil, porque debía sugerirle modos de conducta y orientarlo siempre, por el camino más seguro y beneficioso.

Nuestra relación empezó a mejorar considerablemente, tal es así que me contaba todo cuanto le sucedía y pensaba, como si fuera realmente su amigo. Así me enteré del día que tuvo, por primera vez, un diálogo con Camila cuando ésta llegaba también para el casamiento. Sin saber cómo ni por qué cuando la vió bajar del tren, inmediatamente comenzó a hablarle como si la conociera de toda la vida, cuando en realidad sólo se habían visto una sola vez años atrás, sin prestarse demasiada atención. Cuando terminó con su relato sentí como si algo me estuviera llamando de otra habitación, por lo que me dejé llevar por mis instintos y fui a ver qué era. Para mi asombro, pude ver por primera vez a la mujer de quien tanto me hablaba Ezequiel. Era una chica muy linda que dormía como si fuera un ángel, con tal dulzura que era difícil que Ezequiel pudiera resistírsele. Pero a su lado había otra persona contemplándola, de un aspecto muy noble y servicial; me miró profundamente y allí sentí por vez primera lo que era el amor. Su belleza no podría transcribirla en palabras, era tan delicada que parecía flotar en el aire. Su brillo cegaba mis ojos y su voz acariciaba mis oídos, haciéndose imposible no reparar en ella. Les aseguro que era sencillamente irresistible. De ese encuentro aún me quedan grabadas las palabras que Camila dirigía a esa imagen maravillosa, pues también hablaba de una soledad que la atormentaba. Pero más importante me pareció el hecho de que tampoco había olvidado ese encuentro casi místico con Ezequiel cuando llegó a la ciudad feliz. El ser que acompañaba a Camila me dejó tan obnubilado con su belleza, que se me olvidó preguntarle su nombre. Fue lo que menos pensé cuando la ví. Pero al ser parte de la historia, convendremos en referirnos a ella, de aquí en adelante, bajo el nombre de Mi Amiga. Con el tiempo hablé más con ella, compartiendo muchas cosas y entre ellas un plan, ¡un juego!, consistente en que los dos debíamos comprometernos a realizar acciones para conseguir que Camila y Ezequiel encuentren la felicidad que tanto buscaban. La única condición que me puso fue que sería invalidada cualquier intención de intervenir físicamente en el asunto, pues ellos mismos debían lograrlo.

Con esto doy por finalizado el primer acto, concebido en realidad como el planteamiento. Para comenzar el segundo, conocido como la confrontación, debo contarles aquellos hechos en que los personajes tuvieron que hacerle frente a su principal enemigo, que para nosotros será el antagonista. Pero en esta historia, ese papel no lo interpreta ningún otro personaje. Son ellos mismos, sus “seres internos” los que se encargarán de esa acción y tendrán para tal fin la gran ayuda del tan conocido e inabarcable señor Tiempo. Juntos intentarán impedir que Camila y Ezequiel puedan superarse como individuos alcanzando alguna vez la plenitud. Tarea más que simple si los protagonistas no son lo suficientemente fuertes.

A su regreso a Buenos Aires, le pregunté a Ezequiel que opinión se había formado de Camila y su respuesta me sorprendió. Tenía otra actitud, más voluntad que al comienzo. Se había desarrollado internamente, estaba decidido a empezar algo nuevo. Este es su aspecto más maravilloso, tiene autocrítica y mucha fuerza para superarse día tras día. Había decidido empezar de cero. Todas sus fuerzas las orientó para tal fin y así se lanzó al desafío de explorar otros mundos, otra gente, otra vida. De hecho, sólo habían pasado unos días cuando los vuelvo a encontrar juntos en un cine de la Av. Santa Fé. Estaban sentados uno junto al otro y detrás, una butaca descansaba de tanto trajín. Sin que lo noten ahí me senté, descubriendo, para mi sorpresa y deleite, que a mi lado estaba sentada Mi Amiga, la mujer mas hermosa que he visto en mi existencia. Como es predecible en mí, otra vez quedé obnubilado por su belleza y me distraje; fue por eso que no me percaté del primer contacto físico entre ellos, sus cabezas rozaban entre sí como si se estuvieran mimando, una acariciaba a la otra como el viento suele acariciar las hojas en otoño. Nosotros observábamos detenidamente en silencio. De pronto, la mano izquierda de Ezequiel se acercó tímidamente y se posó sobre la de ella. La tomó con la misma ternura e inocencia que un niño tiene al acercarse a una niña para invitarla a jugar. En ese momento supe lo que era la felicidad, producto de que Ezequiel me había escuchado, de igual forma que Camila con su protectora. Nuestro juego gozaba de muy buen comienzo. Mi Amiga, con una pequeña sonrisa, me pidió que los dejáramos solos, y así lo hicimos. Estábamos esperándolos afuera del cine cuando los vimos salir con sus rostros felices, como si pertenecieran a otros. Estaban diferentes, algo los había cambiado. Así de “juntitos” se fueron caminando hacía la esquina que marca la unión entre las Av. Santa Fe y Callao, y allí se produjo lo inesperado ó mejor dicho lo que siempre esperamos mi Amiga y yo: Camila y Ezequiel habían sellado con sus labios un grato porvenir. El primer beso. En ese momento la sonrisa invadió sus rostros. Actuaban con timidez, cómo si fueran chicos; se sonrojaban con cada besito como cuando en la infancia otro compañerito los besara en las mejillas. Mi Amiga me abrazó de la alegría y me dejó sin palabras. Los cuatro habíamos encontrado la felicidad. Ese instante jamás lo olvidaré. Fue el 12 de marzo de 1997. Ese día con Mi Amiga hicimos un pacto que consistía en hacer todo lo posible para que ese amor, que comenzó con grandes dosis de dulzura, se conserve y potencie día a día. Habían conseguido lo que tanto anhelaban en su vida: una compañía capaz de llenar placenteramente el vacío producido por tantos años de soledad.

Desde entonces los seguíamos por todas partes, cuidábamos de ellos día y noche y así, pasaron sus primeros dos meses; todo fue felicidad, armonía y amor. Pero el antagonista, molesto por tal felicidad, jugó su primer carta e instauró en la conciencia de Ezequiel la inseguridad; y el miedo a equivocarse otra vez lo dominó. Lógicamente eso produjo un cambio en su actitud, ahora estaba muy confundido como para darle a Camila el amor que ella necesitaba. Fue por eso que tuve que hablarle durante toda una noche, tenía que hacerlo reaccionar. Así logré que al día siguiente hablara con su novia sobre ello. Pero más tarde esas charlas se hicieron costumbre y ante cualquier motivo de discordia necesitaban de ellas, antes de terminar con todo. Salvo en contadas ocasiones la discusión llegó a un tono tal que debieron separarse por unos días. Pero de la mayoría de las conversaciones salían bien con los ánimos de seguir juntos renovados. Si por alguna razón considerábamos que el problema era grave tratábamos de interferir uniendo nuestras fuerzas para hacerles ver y sentir, que cada uno era lo suficientemente importante para el otro como para que una discusión tan simple fuera motivo para separarlos de aquel sueño que habían empezado a construir. De esta forma obteníamos buenos resultados, pero así y todo el problema continuaba, pues ya no estaban como cuando empezaron, las dudas rondaban por la mente de Ezequiel con gran insistencia. Los miedos atacaban fuertemente. Una noche me quedé con él mientras dormía, para cuidar que los malos pensamientos no se instalaran en su mente. Esa noche mi Amiga se apareció muy molesta diciendo que sentía que Camila pensaba más en él que él en ella y a mí no me quedó otra que defenderlo, argumentando que en realidad no era cierto que Ezequiel pensaba menos en ella, sino que muy por el contrario, lo que en verdad sucedía era que él tenía las cosas menos claras que su prometida. No obstante fue un buen motivo para replantearnos algunas cositas. Luego de intercambiar muchas opiniones llegamos a la conclusión de que ambos necesitaban compartir otras cosas, algo que los alejara de la rutina, tendría que ser algo que los uniera aún más. Para el mes de julio de ese año, los convencimos de viajar al Uruguay, donde pasaron diez días maravillosos, en donde aprendieron a fortificar esa unión, dándole más compañerismo y complicidad. Todo hacía creer que de mantenerse así seguirían juntos y felices por siempre. Y así lo fue, por lo menos hasta fin de año. Hasta que en diciembre de 1997, Camila cumpliría dos de sus sueños mas queridos y por los que tanto había luchado: terminar con su carrera universitaria y como premio hacer un viaje, nada menos que a Europa, para recorrer y conocer nuevas personas, nuevas culturas, nuevos mundos. Pero no todo era alegría para Ezequiel, ya que implicaba que debían separarse por un largo tiempo. Entonces la confusión dominó la situación. ¿Camila cumpliría su sueño a costa de arriesgar aquello por lo que tanto había luchado?. Los tiempos eran cada vez mas cortos. El antagonista jugó su carta más alta colocando en el interior de sus mentes la confusión e inseguridad de seguir solos, sin nadie más. En esas condiciones Camila realizó su tan deseado viaje, días después de haber obtenido el 11 de diciembre y con solo 23 años, el flamante título de Abogada. Serían unos largos y temidos cincuenta días de soledad.

En esta parte de la historia los personajes hacen crisis y deben tomar una decisión, pues el camino presentó una bifurcación y solo se puede elegir una vez. Es una elección que deben tomar y de la cual depende el final de cualquier historia. Deben apostar todo o nada, a una única opción: por un lado podrían entregarse a la trampa del destino y abandonar todo intento de lucha con poco esfuerzo y por el otro podrían pelear, hacer frente a esa soledad con fé. Si realmente se querían, el tiempo no sería más que una simple circunstancia del viaje. Sus corazones debían estar más fuertes que nunca, en un momento de gran debilidad emocional. La trama se complicaba aún más.

Los días empezaron a correr, y con ellos el miedo al olvido se hacía cada vez más fuerte. Al principio el dolor era mínimo porque Camila llamaba seguido y hablaba con tal dulzura que a Ezequiel se le hacía más suave la espera, pero la distancia entre ellos era muy grande y la costumbre hizo que los llamados pasaran a ser simples charlas de rutinas en las que se les hacía difícil intercambiar alguna muestra de amor. Ante semejante situación, el antagonista no dudó en rematarlos definitivamente y así domino sus mentes.

Yo no sabía que más hacer. Hubiese tenido mucho miedo, de no ser por mi bella Amiga que con su visión optimista del mundo es capaz de serenar una manada enfurecida. Me decía que si en verdad ellos se querían la cantidad de días que fuere no influiría en sus corazones. Entonces la señora Costumbre fortificó los ánimos de Camila y Ezequiel y eso fue lo que más me asustó, porque esa fuerza no era resultante del amor que sentían, sino de la indiferencia y resentimiento por el mutuo sacrificio que se habían impuesto sin querer. En fin, consciente de la derrota me entregué a un abismo sin salida y me deje llevar por las circunstancias, sin intentar cambiarlas, pues todo ya estaba escrito. Pasaron los cincuenta días y nuestros personajes se volvieron a encontrar. Aparentemente el viaje los había unido, pero era solo una máscara que el cansancio mental que sufrieron utilizó para esconder los daños que habían experimentado, entre los cuáles se destacaba una clara disminución en la tolerancia. Ahora cualquier diferencia entre ellos salía con más intensidad y dolor. Ya nada era igual, habían aumentado sus diferencias, pensaban distinto, era evidente que necesitaban la soledad. Tenían que volver a contactarse con ellos mismos, encontrarse con su propia esencia, ver qué pasaba realmente por sus corazones. Y así fue que la pareja se disolvió.

Solo me resta contarles la resolución del conflicto, el tercer acto de la historia. Por eso me siento en la obligación de enriquecer el discurso, aportándole nuevos recursos narrativos, para su mejor desarrollo. Para ello haré un cambio en la focalización, es decir el punto de vista desde donde se enunciarán los hechos. Los mismos se contarán desde la visión de Camila y mi Amiga, porque gracias a ellas puedo seguir escribiendo esta historia, porque Ezequiel y yo estábamos vencidos. No encontrábamos argumentos válidos para sostener la situación. Lo de ellas fue un canto a la vida, un acto de amor, un acto de fe.

Camila juntó fuerzas, tragó su orgullo y salió con gran decisión a recuperar a su novio sin escuchar los gritos de su ego, quién muchas veces tomaba las riendas. De esa lucha constante surgió el bello ser que habita dentro de su cuerpo. Querer describirlo sería quitarle belleza, ese acto fue una revelación. El poder verlo fue mágico para mí, incluso las lágrimas de Camila lo enaltecían aún más. Gracias a esa aparición Ezequiel pudo ver lo que realmente buscaba, pudo correr el velo que cubría su mirada y encontrar frente a él a la mujer por la que luchó toda su vida. La victoria y el mérito corresponden a ella, porque pudo vencer el raciocinio que la abrumaba y empezó a sentir. Recién ahí Ezequiel comprendió la naturaleza de lo bello, cuando supo ver más allá de lo que los ojos le mostraban de la mujer con la que había compartido un año de su vida. De este hecho milagroso, entre ellos surgió una unión más sincera, más comprometida, un vínculo más verdadero. Sus seres se habían contactado a través de lo esencial, fundiéndose en una mezcla indisoluble. Y así la relación se fue volviendo cada vez mas fuerte, intensa e incondicional. Comenzaron a amarse prescindiendo de la imagen que devuelve la mirada, ya que no necesitaban más la presencia física del otro, para sentirlo dentro de uno mismo. Se había luchado con alma y vida, con fé. Con mi Amiga pudimos acceder a lo más profundo de sus seres y desde allí eliminar todos los obstáculos que los cercaban. Así conseguimos que pudieran sentir con el alma y no con su eterno enemigo: la mente, quién por medio de pensamientos, prejuicios y ciertas concepciones formadas a priori, destruye cualquier posibilidad de que nuestra parte emocional nos envíe impulsos guiados por la pasión. Vencer la batalla fue muy duro, pero conseguimos el premio máximo: lograr que puedan sentir en lo más profundo de sus seres el amor en toda su magnitud. Desde aquel día mi Amiga y yo nos convertimos en “nosotros” y ellos se volvieron uno. La historia responde a un final feliz, la estructura se completa, la trama llega a su fin.

por Pookles. Siento que se acerca el final, solo me queda un pequeño espacio para el epílogo. Esta es la parte que más me gusta, pues en ella se manifiesta la intención del autor, revelando su premisa al mundo. Lo esencial que quise mostrar, es la vida de dos personas que en un principio se desconocían, y que a partir de un cambio en ellos y al permitirse dejarse llevar por sus impulsos, pudieron encontrar el amor. Quisieron conocerlo y lo hicieron, quisieron vivir, eligieron soñar y construir, eso es lo que en verdad vale, esa es la receta para vivir.

Y así fue que una vez que se amaron, con mi amiga decidimos alejarnos un poco, y dejar que ellos mismos sigan escribiendo la historia, nuestro juego había terminado bien, mi jefe estaba conforme, la misión estaba cumplida. En ese momento, Mi Amiga se acercó al oído y susurrando me dijo: -¡ves, lo logramos, lo están intentando, deséales Amor!.

Quizás no lo haya contado como se debe porque en mi mundo para comunicarnos no utilizamos este bello arte que llaman “la escritura”. Los hechos que elegí contar fueron solo pilares de referencia para poder construir esta humilde y simple historia de amor, por lo que indefectiblemente muchos otros tuvieron que ceder el paso y quedar al margen. Estos morirán en la memoria de los personajes. Sus historias previas quedarán reservadas en cada uno de ellos y entre mi Amiga y yo. Sus pensamientos y creencias les son propios, yo no interferí en ello, solo los utilicé para mostrar la capacidad que cada ser tiene para superarse.

Esta fue la historia que elegí contar, ellos fueron los personajes y autores de la misma. Yo solo fui su narrador. Solo restaría presentarme. En mi mundo tengo un nombre difícil de explicar, Ezequiel me llama Blandi.

Yo soy su Ángel guardián.



Fin

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