Cruce SanMartiniano | Cordillera de los Andes 2018

Caminos libertadores:
una reflexión sobre el cruce de los andes

En el proceso de administrar las emociones producidas durante la aventura del cruce de los Andes, me vinieron a la memoria distintos hechos históricos en donde lo épico haya sido el denominador común. En ese sentido pienso que toda gesta, para considerarse como tal, requiere de una buena dosis de valentía, coraje, locura, convicción y desafío.  Aún no sabría precisar los porcentajes exactos de cada uno de esos componentes para lograr esa fórmula única y escasa, como tampoco podría asegurar si sobra o falta algún otro ingrediente.
Lo que sí creo, es que toda gesta resulta inspiradora. Tanto a nivel colectivo como también en el subjetivismo individual, siento que es una fuerza que nace y crece desde lo más profundo de nuestro organismo hasta alcanzar su punto de ebullición al trascender nuestro sentir, encontrando así su mejor forma de expresión. Es ahí, en esa materialización, cuando podemos identificar y visualizar sin ambigüedades, la necesidad de cumplir un deseo o un sueño. En esa transformación, cuando las historias que nos movilizan internamente se presentan ante nuestra mirada racional, se produce una energía centrífuga que nos impulsa hacia adelante en pos de alcanzar los sueños, y porque no, también nos convence de seguir en esa dirección hacia algo nuevo.
En lo personal, no podría indicar el momento exacto en el que la gesta Sanmartiniana se materializó entre mis deseos; entiendo que la constante admiración por las historias de superación, sumado al amor que siento por mi país, hicieron que rápidamente emerja para posarse ante mis sentidos. Fue así que la historia del cruce de los Andes se anidó rápidamente entre mis deseos en forma de sueño a cumplir, hasta que en poco tiempo logró impulsarme a repetirla y hacerla realidad, o mejor dicho a trasponerla en el camino de mi vida con contexto y realidad actualizada.
La chispa que detonó ese proceso, fue la semilla aún viva en mí, que encierra el concepto “que el hombre sepa, que el hombre puede”. Por supuesto hay muchos grises y bemoles en el medio, condiciones externas, limitaciones internas, realidades, disponibilidades, coincidencias, todo podría conspirar y ser obstáculos de impedimento, pero estoy convencido que es un camino que tarde o temprano se puede recorrer en su totalidad. La idea de que el hombre puede lograr lo que se propone, es algo a lo que no quiero renunciar.

                Así fue que un día como cualquier otro acepté el desafío,  y junto a otros compañeros, hasta entonces desconocidos, pusimos fecha y lugar para iniciar el cruce de los andes a través del valle de Los Patos, la misma ruta que 200 años atrás eligió el Gral. San Martín para liderar nuestras tropas en pos de un objetivo universal: La Libertad.

                La historia de los hechos son conocidos y están al alcance de cualquiera que quiera sumergirse y profundizar en esa aventura. Sin embargo lo concerniente a nuestra experiencia personal y grupal transitando esos caminos, intente reflejarla escuetamente, haciendo una serie de resúmenes diarios y publicándolos en las redes sociales. (ver al pie de esta nota) 

No es el objeto de estas líneas seguir profundizando en ese sentido, sino más bien el de poder reflexionar sobre aquellas cosas que hacen únicas a las historias que trascienden.

Muchas son las emociones que se viven al recorrer esas rutas libertadoras, algunos sentimientos conocidos, aprovecharon para renovar y ampliar sus horizontes, también nuevas sensaciones y experiencias únicas, se agruparon para formar parte de nuestro nuevo mapa emocional.  De lo tangible, si podría definirse así, recuerdo la mirada a los cielos nocturnos y lo maravilloso que era ver la vía láctea en su esplendor, era como que el universo nos hubiese regalado un lienzo pintado con lo mejor de sus estrellas, quedándose para siempre entre nuestras mejores colecciones visuales. Por otro lado recuerdo las distancias y perspectivas que se generan entre las montañas, la proyección de la mirada hacia lo infinito, la escucha silenciosa en el vacío de esas tierras, el eco sonoro entre las paredes de piedra, el sonido de los ríos desde alturas con precipicio.  Tantas son las cosas que nos “atacan”, casi sin permiso, invadiendo sin reparo todos nuestros sentidos, que casi de forma inconsciente generan una transformación profunda en los paradigmas sobre el cual nos apoyamos y fundamentalmente de aquel desde donde nos permite pensar y proyectar, con mejor justicia, el valor de la hazaña realizada.
Los ojos y espíritu se iban colmando de vida en cada paso, al tiempo que la incertidumbre y los riesgos agudizaban la proyección de los sentidos. En ese marco los pensamientos contemplaban la inmensidad del universo que fue testigo de la gesta libertadora y acobija en su memoria, mil y una imágenes de historias y vidas que por ahí pasaron. Creo que el camino en sí mismo, es una gran ruta en constante homenaje a nuestra historia, al tiempo que nos ofrece una gran oportunidad para valorar aún más las tierras, símbolos, y emblemas de nuestra patria.
Y así, al tiempo que seguíamos los pasos de nuestra historia, cada pisada del caballo se resignificaba, siendo también un paso hacia adelante en nuestra vida, tanto del punto de vista vivencial como fundamentalmente del emocional. En esos lugares, y creo que la montaña en general y Los Andes en particular, ofrecen un espacio puro de reflexión y encuentro con uno mismo. De alguna forma todo acompaña para que las ideas y pensamientos personales se proyecten en todas direcciones, recibiendo como devolución el eco silencioso de la experiencia y sabiduría de tantas cimas de historia.
El deseo más grande que brota entonces desde mis entrañas es el de poder sembrar en lo más profundo de las raíces de mi espíritu, esa energía luchadora, positiva y esperanzadora que emerge en cada uno de los rincones andinos.  Pienso además que esos pasajes se presentan como una gran oportunidad para recorrerlos, con todos nuestros sentidos, recibiendo como premio una cuota de esa experiencia silenciosa, como si fuese una invitación, que nos ofrece la misma historia de Latino américa, para conocer sus pasillos más recónditos, llegando al corazón de sus espacios, donde el Aljibe de verdades que lo cubre, permite para quienes quieran incursionar, ser testigos de cómo ebulle desde su esencia, las más variadas emociones, desbordando nuestros sentidos, convirtiéndolos en ríos de lágrimas inagotables de vida, regando por siempre los suelos de nuestra tierra y sembrándola, con nuestra semilla más pura, de libertad individual y amor por nuestra bandera.

Hoy, a unos meses de nuestro cruce por los andes, inmersos nuevamente en nuestra vida cotidiana, esas montañas comienzan a prepararse nuevamente para otra temporada de invierno donde guardarán para sí la memoria de todo lo vivido y descansando de las miradas ajenas que las desafían año tras años. Ellas sin embargo siempre estarán ahí, aguardando en el silencio de su experiencia, el comienzo de una nueva temporada, esperando ser testigo una vez más y para siempre, de la llegada de nuevos aventureros con ánimos de historias.

El camino hacia la sabiduría de las alturas resultará empinado y dificultoso, lo único que no podemos olvidar en nuestro equipaje, es esa fé que nos mantendrá en movimiento frente a toda adversidad con la convicción de encontrar al final del recorrido aquello que soñamos y no se ve. La vida misma.

Tomemos consciencia de lo que tenemos y cuidemos nuestro suelo. Seamos respetuosos de todos aquellos, que a lo largo de la historia, dieron la vida por nosotros, en todas y cada una de las batallas en la que nos hayan defendido.

Seamos libres y honrados, qué como diría el general “…lo demás no importa nada”.

Panorámica in Situ en la ubicación del Hito fronterizo, límite con Chile. Foto AAF - Enero/18

Resúmenes diarios:

Día 1: Leer
Día 2: Leer
Día 3: Leer
Día 4: Leer
Día 5: Leer
Día 6: Leer

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